Los Espíritus- Agua Ardiente

Recuerdo cómo hace tiempo cayó en mis manos el disco Artaud de la banda argentina Pescado Rabioso. Mas que caer, fue un torrent el que me acercó a esta obra cumbre del rock argentino de los setenta, creada en su concepto por Luis Alberto Espinetta.

En aquel momento no lo compartía mucha gente. Estamos hablando de los albores del P2P, cuando el edonkey y Napster empezaban a petarlo. Arrancar los megas de otros usuarios para depositarlo en mi ordenador costó. Tal vez esa épica en la descarga le dio un toque especial. Ese disco me absorbió, pero sobre todo admiraba como se adhería la sensibilidad del blues y el rock n’roll al sabor propio argentino. Sólo había sentido esto con los discos sesenteros de Santana, eso sí, con letras en inglés y no con una lírica en castellano. Por aquel entonces me quedaba mucha música que escuchar y ese detalle me flipó. No era algo normal y tenía una gran personalidad. Sentía que en España en los sesenta y setenta, nos limitábamos a copiar  el rock ‘n roll anglosajón, sin aportarle nuestra propia perspectiva y personalidad, salvo las contadas excepciones en Andalucía y Cataluña. Luego mejoró el asunto. Ese disco Artaud me hizo fijarme en que la escuela argentina del rock iba años por delante en aquel 1973. Seguí escuchando otros discos de varias bandas. Sonaban a blues y rock n’ roll pero con marcado acento local.

Así, entendí que la sonoridad del blues y otros estilos, no dejaban de ser un código musical al que las características locales de un determinado lugar en el mundo consiguen sumarse para aportar  nuevos matices y elementos a la ecuación. No siempre se hace bien. El sentimiento y pasión que insuflan los argentinos a su forma de ver el mundo, casa bien con la esencia del rock. Esta característica es la que hace que tenga ese toque tan personal y original.

Con los años guardo pequeñas joyas del rock sudamericano que he ido descubriendo gracias a Internet, pero también a recomendaciones propias de argentinos y compatriotas varios. Las cosas por allí abajo tienen un color diferente. En uno de esos encuentros casuales aparecieron en mi vida Los Espíritus, y como años atrás con Artaud de Pescado Rabioso, quedé enganchado por el mimetismo entre el blues, la tradición del rock argentino y el sabor folk sudamericano, todo envuelto por la extraña energía que desprenden las canciones de Maxi Prietto y Santiago Moraes. Hace pocas semanas publicaron su nuevo trabajo, titulado Agua Ardiente (Los Espíritus, 2017) tras ese discazo que supuso Gratitud (Los Espíritus, 2015) y la reedición de sus primeros EPs, todos autoeditados y producidos por ellos mismos, lo que demuestra una verdadera filosofía independiente que les permite tener esa identidad tan marcada y especial. Porque estamos ante una banda con un groove especial.

Los discos y EPs anteriores de Los Espíritus sabían mezclar ese aire urbano de algunas canciones con otras en la que la psicodelia se daba la mano con el folk para guiarnos por un viaje de entornos más naturales, en el que la esencia indígena se entremezcla con su bluesrock latino. Este combo es el que marca la personalidad y el desarrollo de sus discos, al servir como una dinámica de contrastes que nos hace recorrer el viaje sonoro entre estos dos escenarios que plantean Los Espíritus. El alma del folclore se superpone al lenguaje del blues latino para acercarnos a la imagen que nos transmiten con su música, cargada de energía y gusto por el detalle. Ese mundo rural, natural y salvaje por el que nuestros sentidos se liberan y consiguen flotar, pertenece a temas como “Huracanes”, que abre el disco o  la adictiva “Jugo”, con esos arreglos psicodélicos de la guitarra y las letras que nos envuelven en medios acuosos.  La balada oscura “Perdida en el fuego”  nos introduce en la realidad urbana, haciéndonos bailar con “La rueda que hace girar al mundo”,  con su inicio bluegrass y cadencia rock n’ roll para cantarle a la madre tierra cómo el capitalismo está dejando seco a nuestro planeta.

Se abandona la dinámica urbana para volver a sumergirnos en los paisajes etéreos de “Esa luz”, un tema que posee color y nos consigue envolver con su fresca atmósfera para devolvernos a la oscuridad del núcleo central del disco, de carácter bluesrock con los temas urbanos “La mirada”, “Mapa vacío” y “Las armas las carga el diablo”. Este bloque hace emerger esa selva diaria a la que tenemos que hacer frente cada día, con su caos, personajes y situaciones.  Conseguimos evadirnos de esa ambiente para sumergirnos en el mar con la balada “Luna llena”, una sentida pieza entre Maxi Prietto y Santiago Moraes. El disco se remata con la fusión de ambos mundos, lo natural y lo urbano, en el tema “El viento”, cerrando este disco “Agua Ardiente”y confirmando así a Los Espíritus como una de las bandas que ha sabido renovar la tradición del rock argentino para escribir poco a poco su propia historia, en este caso hecha realmente por ellos mismos con su actitud independiente.