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El Observatorio Español de Cannabis Medicinal se viste de largo

El Observatorio Español de Cannabis Medicinal se viste de largo

Por: Virginia Montanes Activismo

“Aquí sí hay nivel”. Estas palabras, pronunciadas por un asistente con experiencia en eventos cannábicos, resumen concisamente la jornada de presentación del Observatorio Español de cannabis Medicinal, celebrada el 20 de septiembre en el auditorio de Caixaforum Madrid. Con un programa de excepción, una sala a rebosar y gran repercusión en los medios, el Observatorio celebraba su puesta de largo tras una infancia breve e intensa.

En la mesa de acreditaciones una joven cuyo nombre no aparece en la lista explica que había hecho la reserva online. “Pero si no has recibido email de confirmación significa que no tienes plaza”. Los organizadores nos confirman el pleno total “hemos tenido que dejar gente fuera porque no cabía todo el mundo. Incluso hemos tenido que pedir su plaza a personas de confianza para hacer un hueco a los políticos que han venido”.

Tras una breve presentación del Observatorio a cargo de su presidenta, Carola Pérez, Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid, ofrece una didáctica presentación sobre los usos medicinales del cannabis y las vías de administración que existen, que acaba con un aviso a navegantes: “el cannabis no es la panacea para tratar todas las enfermedades”.

Durante la ronda de preguntas alguien le pregunta su opinión sobre el cannabis sintético, a lo que responde que el margen de acción del único fármaco sintético que existe, la Nabilona, es muy pequeño, por lo que pasa de tener escasos efectos a efectos muy altos, incluido el psicoactivo, al aumentar un poco la dosis, “por ello se utiliza en casos muy concretos y limitados. Hoy por hoy, lo que tenemos seguro es la planta y sus derivados”.

Tras la introducción al tema aportada por Guzmán, entra en escena el gran gurú del cannabis medicinal, el descubridor de la anandamida y el sistema endocannabinoide. Un silencio reverente crea la expectación que una persona con su trayectoria merece. Con un inglés claro y fácil de entender que se agradece, dados los problemas que el sistema inhalámbrico de traducción están dando, Mechoulan repasa los resultados de los ensayos clínicos en marcha sobre las aplicaciones del cannabis en casos de cáncer, esquizofrenia, diabetes y síndrome de estrés postraumático, y ofrece una profusa explicación sobre el sistema endocannabinoide. Después de la explicación química y fisiológica, viene una frase comprensible para los profanos en la materia: “la modulación del sistema endocannabinoide tendría efectos terapéuticos para casi todas las enfermedades”.

El Observatorio Español de Cannabis Medicinal se viste de largo
Foto cedida por David Calle

El investigador israelí también abordó el concepto de moda, el efecto entourage: “no se sabe muy bien cómo funciona. Pero sí sabemos que en distintas variedades, varían los efectos del thc debido a la interacción de sus principios activos”. Y es que, desde que Mechoulan y su equipo descubrieran el THC, el CBD y el cbg, se han identificado 110 cannabinoides en la marihuana. Si a eso se añaden los terpenos y los flavonoides, el efecto que produce la combinación de estos componentes, denominada efecto entourage, es mejor que el efecto del THC puro. “Pero no sabemos cómo funciona exactamente. Solo podemos decir que la mezcla es mejor que el principio puro”, afirma.

El siguiente ponente, Jose Carlos Bouso, psicólogo clínico e investigador de la Fundación Iceers, entra de lleno en un problema que todos los ponentes mencionan con mayor o menor énfasis: la falta de regulación del cannabis y la inseguridad jurídica que pacientes, médicos e investigadores enfrentan. Tras presentar el contexto legal nacional e internacional, cifras de programas de cannabis medicinal en marcha y en proyecto (EEUU, Canadá, Israel y Países Bajos entre otros, y estadísticas que demuestran que el programa de cannabis medicinal de los Países Bajos no solo funciona bien, sino que no ha provocado un aumento de consumos compulsivos, tal como se viene afirmando desde las trincheras prohibicionistas que pasará si se hace en España, Bouso afirma rotundamente que su regulación “es solo cuestión de voluntad política”.

Durante su presentación, Bouso también se posicionó con respecto al papel de la industria farmacéutica y su criticado interés por monopolizar el mercado: “creo que está muy bien criticar a la industria farmacéutica, pero tendríamos que poner el foco de atención en aquellos que permiten su forma de funcionar”.  Para el investigador, son los gobiernos los que tienen que poner límites con regulaciones responsables y justas, por lo tanto es a los gobiernos a los que habría que presionar.

Pero, ¿qué pasa con la industria farmacéutica? José Martínez-Orgado lo explicó detalladamente. El problema no es la industria, a la “tenemos que considerar nuestra aliada”. El problema es el modelo de medicamentos aprobados por las agencias reguladoras europea y estadounidense. Estas agencias regulan cualquier sustancia, natural o sintética, que pueda ser utilizada para tratar a humanos, lo que proporciona seguridad y garantiza la responsabilidad de los fabricantes. Pero el proceso que comienza con una idea y acaba con un medicamento es lento, burocrático y caro, sobre todo en sus últimas fases, cuyos costes solo pueden ser asumidos por multinacionales farmacéuticas que, como empresas que son, buscan una rentabilidad económica.  Es por ello que “necesitamos un modelo nuevo”, defiende el investigador, “hay que regular a la industria farmacéutica. También la venta de plantas”.

Mientras tanto, continúa Martínez-Orgado, se está produciendo una revolución gracias a una niña, enferma de epilepsia. Charlotte. Ante la necesidad urgente de encontrar un tratamiento que funcionara, sus padres pasaron de la idea al medicamento saltándose el resto de pasos. Esto proporcionó lo que se llaman pruebas anecdóticas, es decir, que no han pasado por ensayos clínicos. El caso es que se han acumulado tantas pruebas anecdóticas que se ha comenzado a utilizar la planta sin pasar por los ensayos.

Y es que las personas enfermas se han cansado de esperar resultados de ensayos clínicos que, por experiencia saben que van a ser positivos. Fue el caso de Mara Gordon, a la que Cristina Sánchez, profesora titular de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid, describió al presentarla como “una de las personas más trabajadoras, inteligentes y valientes que conozco”. Esta ingeniera de procesos, comenzó como paciente y acabó fundando Aunt Zelda’s, una organización dedicada al tratamiento de pacientes con cannabis medicinal.

Al describir el sistema californiano, Mara afirma que “tal como se ha construido el sistema, ha generado un negocio millonario, pero una manera muy pobre de tratar a los enfermos. No hay seguimiento medico ni adaptación de la marihuana a las necesidades de los pacientes”. Por eso ellos hacen un registro exhaustivo de los pacientes, un seguimiento médico, analizan los productos que consumen los pacientes e investigan las propiedades de la planta. También hace hincapié en la importancia de ofrecer una sustancia segura a los pacientes “no necesitamos gente consumiendo sustancias producidas en garajes con productos químicos”.

Siguiendo la línea que repiten constantemente todos los ponentes, Mara insiste en que “el cannabis no es una panacea, funciona muy bien para algunas cosas, pero no para todo”. También admite la necesidad de más investigación “pero mientras tanto, necesitamos soluciones y las necesitamos ya”.

Algo de lo que desde la Fundación Daya también son conscientes. Por ello llevan trabajando desde el año 2012 impulsando la movilización social y promoviendo el autocultivo. Su directora ejecutiva, Ana María Gazmuri, mostró, en una elocuente presentación, los pasos que han seguido hasta conseguir el segundo cultivo medicinal aprobado por el Ministerio de Salud y la aprobación del primer ensayo clínico aleatorizado. “Soñamos con una sociedad más amable, empática y generosa”, resume Gazmuri al presentar los objetivos de la Fundación.

El momento más emotivo de la mañana lo ofreció Ana María Gazmuri al mostrar fotografías de niños y niñas tratados con cannabis: “cuando un niño puede pasar de 80 convulsiones diarias a una, la vida cambia completamente”. Y es que “el dolor no puede esperar”.

El Observatorio Español de Cannabis Medicinal se viste de largo
Foto cedida por David Calle

Tras una comida rápida, la sesión de la tarde está orientada a mostrar casos de pacientes en tratamiento con cannabis y establecer un diálogo con personas enfermas. Cuando le toca el turno, Carola Pérez es contundente: “El observatorio ha nacido para morir. Debería ser un trabajo del estado. Necesitamos ayuda económica, más médicos, necesitamos poder llevar a cabo los estudios observacionales. La gente se está automedicando, y no siempre bien”.

Sin embargo, para que esto ocurra, sería precisa la movilización de las personas enfermas. Pero la cantidad de fotografías de pacientes chilenos que mostró Gazmuri contrasta con las dificultades de los españoles para dar la cara. En dos casos, tuvieron que ser los investigadores integrantes del OECM los que expusieran el caso al no atreverse los mismos pacientes por miedo a las consecuencias. Una muestra del largo camino que queda por recorrer en España. Y la prueba de la imperante necesidad de una regulación, tal como demandan los integrantes del Observatorio.

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